29/10/2021, 1:25:22 PM
(Última modificación: 29/10/2021, 1:25:52 PM por TheCastAway.)
Susana (Ese es su verdadero nombre, me sabe) era una caraja que todo le molestaba y no tenia reparos en decirlo. Creía firmemente que su manera, a veces cruel, de decir las cosas, era sinónimo de sinceridad. En la oficina trabajaban alrededor de 6 personas y habíamos mas o menos la misma cantidad en la calle entre consultores y técnicos.
El local que funcionaba como oficina no era precisamente el mejor ni mas idóneo, pero estaba bien ubicado. Una especie de rectángulo con un baño adecuado en una de las esquinas. Al lado del baño, una mesa con la cafetera y un microondas. Lo demás eran puros cubículos de media pared.
A Susana le molestaba cualquier olor. Normal que a la hora del almuerzo, luego de calentar algunos envases, se percibieran ciertos aromas que a ella le daban literalmente asco y no escatimaba en demostrarlo y decirlo: Guacala que feo huele! Era lo que mas repetía. Si a alguien se le ocurría hacer el numero 2 en el baño, era peor. Que asco! decía. Que horrible! Y salía fuera de la oficina para buscar su tan ansiado aire puro. (No era para tanto, créanme. Aparte del aire acondicionado, había un par de extractores de aire que mantenían el ambiente fresco y agradable).
Un viernes antes de carnaval, hubo que ir a la Colonia Tovar a atender un cliente y la enviaron a ella junto a dos técnicos y el chofer. Una vez terminado el asunto y estaban de regreso, a Susana se le antojó comer fresas con crema. Los técnicos no estuvieron de acuerdo, pero se dejaron apabullar por la “licenciada” Susana y les hizo creer que, por su titulo, tenia mayor jerarquía y los demás debían atenerse a sus designios. Pararon y según contaron los técnicos, compró el envase grande (tipo arroz chino). Ya en el carro, Susana no paraba de comer sus anheladas fresas con crema y paró solamente para decir que ella estaba clara de que los técnicos y el chofer no entendían de ese tipo de placeres, ya que ellos no habían estudiado como ella. Era algo de su nivel pues. Y si, así de plasta era Susana.
Antes de llegar al Junquito, el pote se había acabado y Susana estaba callada. De repente, sonidos extraños y misteriosos comenzaron a salir de su estomago. Ella se comenzó a poner pálida, aun así, trato de disimular lo mas que pudo. Como adivinaran, la fulana crema de las fresas que solo los profesionales como ella estaban destinados a degustar, estaba dañada. Tan mal le cayeron que allí mismo, en la butaca de copiloto, Susana no pudo detener el gran chorro de diarrea que manó de sus entrañas. Al igual que ella, al chofer no le dio tiempo de parar. Pronto el liquido rebosó el asiento y comenzó a caer en el piso del vehículo. Pararon en una orilla de la carretera pero nadie tenia algo que sirviera para limpiar. Decidieron seguir y resolver una vez llegaran a la oficina. Susana pidió que en ves de ir allá, que si podían dejarla en su casa. En venganza, los técnicos armaron un rollo y se negaron. Llegaron al local que, para mas señas, quedaba en un primer piso. Una vez que se bajaron, comenzaron a llamar a los otros trabajadores a gritos y cuando por fin uno de ellos se asomó, le gritaron a todo pulmón: Susana se cagó dentro del carro! Traigan un balde con agua!
Parte del agua se le echaron encima a ella a ver si con eso lograban quitarle todo el embarrado de mierda que tenia adherido en la ropa. Así mismo, pasó por el pasillo de entrada, subió las escaleras y entró a la oficina. Atravesó el medio de los cubículos para ir a encerrarse en el baño mientras aun expulsaba aquel liquido nauseabundo que bajaba por dentro del pantalón, llegaba a sus pies y dejaba un huella por donde iba. Luego de un rato la vinieron a buscar y se fue mas callada que nunca. Con la cabeza baja y con evidentes signos de que el malestar aun persistía.
Ese día yo no fui a la oficina, pero tuve que pasar por allá al día siguiente, sábado, por una metida de pata de un cliente que había que solucionar. Me extrañó que nuestro jefe me atendiera en una mesa de la panadería que funcionaba en la planta baja. Aunque ya sabía que había pasado porque me llamaron para contarme, no sabía que era casi imposible entrar a la oficina por el hedor tan espantoso. Estaba esperando una compañía de limpieza que venía a lavar la alfombra. Total que dos días después, un lunes de carnaval, hubo que pagar una buena suma para mandar a quitar la alfombra, ya que el olor no se terminaba de ir. Por lo que adicional, hubo que remover el drywall de los cubículos y sacar todo el mobiliario al pasillo. Luego, quitar el pegamento que dejó la alfombra, pulir el piso y volver a poner los cubículos y meter el mobiliario.
Toda esa semana, Susana estuvo de reposo y volvió el lunes siguiente. Llegó como si nada y con cara de asombro porque le gustó la remodelación. Eso si, le habían asignado el ultimo cubículo del fondo, al lado del microondas y cerca del baño. Como no le gustó, en lo que llegó el jefe, se lo hizo saber y éste le dijo que era eso o tenía que pagar las facturas por la cagada que había dejado. No duró tres días mas, renunció. Se le pagó su arreglo correspondiente pero tuvo que renunciar a las comisiones que tenía pendiente por cobrar para pagar al menos una parte del “gusto” que se había dado con sus fresas con crema.
PD: Los panas técnicos y el chofer también chuparon por haberla llevado a la oficina y no a su casa. Pero con la actitud que llegó la tipa luego de la cagada que hizo, el jefe le bajó dos con ellos.
El local que funcionaba como oficina no era precisamente el mejor ni mas idóneo, pero estaba bien ubicado. Una especie de rectángulo con un baño adecuado en una de las esquinas. Al lado del baño, una mesa con la cafetera y un microondas. Lo demás eran puros cubículos de media pared.
A Susana le molestaba cualquier olor. Normal que a la hora del almuerzo, luego de calentar algunos envases, se percibieran ciertos aromas que a ella le daban literalmente asco y no escatimaba en demostrarlo y decirlo: Guacala que feo huele! Era lo que mas repetía. Si a alguien se le ocurría hacer el numero 2 en el baño, era peor. Que asco! decía. Que horrible! Y salía fuera de la oficina para buscar su tan ansiado aire puro. (No era para tanto, créanme. Aparte del aire acondicionado, había un par de extractores de aire que mantenían el ambiente fresco y agradable).
Un viernes antes de carnaval, hubo que ir a la Colonia Tovar a atender un cliente y la enviaron a ella junto a dos técnicos y el chofer. Una vez terminado el asunto y estaban de regreso, a Susana se le antojó comer fresas con crema. Los técnicos no estuvieron de acuerdo, pero se dejaron apabullar por la “licenciada” Susana y les hizo creer que, por su titulo, tenia mayor jerarquía y los demás debían atenerse a sus designios. Pararon y según contaron los técnicos, compró el envase grande (tipo arroz chino). Ya en el carro, Susana no paraba de comer sus anheladas fresas con crema y paró solamente para decir que ella estaba clara de que los técnicos y el chofer no entendían de ese tipo de placeres, ya que ellos no habían estudiado como ella. Era algo de su nivel pues. Y si, así de plasta era Susana.
Antes de llegar al Junquito, el pote se había acabado y Susana estaba callada. De repente, sonidos extraños y misteriosos comenzaron a salir de su estomago. Ella se comenzó a poner pálida, aun así, trato de disimular lo mas que pudo. Como adivinaran, la fulana crema de las fresas que solo los profesionales como ella estaban destinados a degustar, estaba dañada. Tan mal le cayeron que allí mismo, en la butaca de copiloto, Susana no pudo detener el gran chorro de diarrea que manó de sus entrañas. Al igual que ella, al chofer no le dio tiempo de parar. Pronto el liquido rebosó el asiento y comenzó a caer en el piso del vehículo. Pararon en una orilla de la carretera pero nadie tenia algo que sirviera para limpiar. Decidieron seguir y resolver una vez llegaran a la oficina. Susana pidió que en ves de ir allá, que si podían dejarla en su casa. En venganza, los técnicos armaron un rollo y se negaron. Llegaron al local que, para mas señas, quedaba en un primer piso. Una vez que se bajaron, comenzaron a llamar a los otros trabajadores a gritos y cuando por fin uno de ellos se asomó, le gritaron a todo pulmón: Susana se cagó dentro del carro! Traigan un balde con agua!
Parte del agua se le echaron encima a ella a ver si con eso lograban quitarle todo el embarrado de mierda que tenia adherido en la ropa. Así mismo, pasó por el pasillo de entrada, subió las escaleras y entró a la oficina. Atravesó el medio de los cubículos para ir a encerrarse en el baño mientras aun expulsaba aquel liquido nauseabundo que bajaba por dentro del pantalón, llegaba a sus pies y dejaba un huella por donde iba. Luego de un rato la vinieron a buscar y se fue mas callada que nunca. Con la cabeza baja y con evidentes signos de que el malestar aun persistía.
Ese día yo no fui a la oficina, pero tuve que pasar por allá al día siguiente, sábado, por una metida de pata de un cliente que había que solucionar. Me extrañó que nuestro jefe me atendiera en una mesa de la panadería que funcionaba en la planta baja. Aunque ya sabía que había pasado porque me llamaron para contarme, no sabía que era casi imposible entrar a la oficina por el hedor tan espantoso. Estaba esperando una compañía de limpieza que venía a lavar la alfombra. Total que dos días después, un lunes de carnaval, hubo que pagar una buena suma para mandar a quitar la alfombra, ya que el olor no se terminaba de ir. Por lo que adicional, hubo que remover el drywall de los cubículos y sacar todo el mobiliario al pasillo. Luego, quitar el pegamento que dejó la alfombra, pulir el piso y volver a poner los cubículos y meter el mobiliario.
Toda esa semana, Susana estuvo de reposo y volvió el lunes siguiente. Llegó como si nada y con cara de asombro porque le gustó la remodelación. Eso si, le habían asignado el ultimo cubículo del fondo, al lado del microondas y cerca del baño. Como no le gustó, en lo que llegó el jefe, se lo hizo saber y éste le dijo que era eso o tenía que pagar las facturas por la cagada que había dejado. No duró tres días mas, renunció. Se le pagó su arreglo correspondiente pero tuvo que renunciar a las comisiones que tenía pendiente por cobrar para pagar al menos una parte del “gusto” que se había dado con sus fresas con crema.
PD: Los panas técnicos y el chofer también chuparon por haberla llevado a la oficina y no a su casa. Pero con la actitud que llegó la tipa luego de la cagada que hizo, el jefe le bajó dos con ellos.
¿Porque todo tiene que tener un porque?