Buenas tardes foro,
Hoy les traigo una de las historias más famosas y pintorescas del mundo del futbol.
Hace 52 años, un entrenador húngaro iba a encargarse de lanzar una maldición que a día de hoy sigue vigente. Bela Guttmann, un exitoso hombre de banquillos, iba a ser despedido del Benfica, momento en el que aprovechó para ejecutar una sentencia que ha marcado al club de por vida: "Sin mí, el Benfica nunca ganará una copa europea". Más de medio siglo después de aquella afirmación, el maleficio sigue surtiendo efecto.
Sin duda, Bela Guttmann es uno de los hombres que convirtió el fútbol en el deporte que conocemos a día de hoy. Innovador y muy trabajador, el que fuera estrella del fútbol húngaro en los años 20 pasaría a la historia por una afirmación hecha en un momento de rabia. Poco podía creer el veterano técnico que sus palabras iban a caer sobre el Benfica como si de un sortilegio mágico se tratará, pero siete finales perdidas así lo confirman.
Visceral, concienzudo y con ganas siempre de dar un paso más allá, Guttmann marcó una época en los banquillos. En sus años como jugador, fue un fino estilista que actuaba como mediocentro, y se convirtió en una referencia en su país. Pero tras tres años en el MTK Hungária, se vio obligado a cambiar de aires: haber nacido judío le convirtió en el centro de todas las iras por sus aficionados, por lo que emigró a Austria.
Allí, en el Hakoah Vienna, se iba a convertir en toda una estrella, lo que le sirvió para dar su siguiente salto en su carrera: Estados Unidos. En aquella época, los clubes de fútbol norteamericanos estaban controlados por judíos, y decidió que había llegado el momento de no sentirse perseguido. Siete años en cinco equipos distintos (Brooklyn Wnaderers, Gigantes NW, Hakoah NY, Soccer Club NY y Hakoah All-Star) vieron sus últimos días como futbolista.
Un exitoso salto a los banquillos.
Había llegado el momento de convertirse en entrenador. Tras muchos años ejerciendo como tal desde el propio campo, estaba convencido de que su manera de ver el fútbol le podía ofrecer grandes réditos. Se encargó de perfeccionar el 4-2-4, pues en su opinión no era necesario atacar con seis jugadores: con cuatro arriba era suficiente, más dos jugadores que se encargaran de dar equilibrio al equipo. Precisamente lo que él hacía como jugador.
Guttmann recorrió medio mundo como técnico (Hungría, Holanda, Rumanía, Argentina, Chipre, Italia, Brasil, Uruguay, Suiza o Austria) pero, sin duda, donde marcaría una época sería en Portugal. Tras llevarse el campeonato liguero en su primera temporada como entrenador del Oporto, el Benfica lo iba a contratar y la fortuna iba a hacer el resto. Un encuentro en una peluquería con un exjugador le iba a dejar en bandeja el fichaje de una estrella: Eusebio.
La llegada del mozambiqueño iba a cambiar, para siempre, al Benfica. En dos temporadas consecutivas, el conjunto portugués iba a ganar dos Copas de Europa (1960-61 y 1961-62). Entonces, Guttmann decidió que había llegado el momento de pedir un aumento de sueldo, dados los grandes resultados que estaba cosechando el equipo. La directiva entendió que su petición era inadmisible, y el técnico decidió dejar el equipo.
Una maldición imposible de romper
En dicha despedida, iba a pronunciar la ya maldita frase: "En cien años desde hoy, ningún club portugués se convertirá en campeón de Europa y el Benfica sin mí nunca ganará una copa europea". Aunque la primera parte de su profecía no se cumplió, el caso es que sí lo ha hecho la segunda. Desde 1962, el Benfica ha sido incapaz de volver a ganar una competición europea, a pesar de haber alcanzado siete finales, ocho con la de hoy.
Años después volvió a Benfica, pero incluso él fue incapaz de romper su maldición: cinco finales de Copa de Europa (1962-63, 1964-65, 1967-68, 1987-88 y 1989/90 y tres de UEFA/Liga Europa (1982-83, 2012-13 y 2013-14) contemplan que la maldición de Bela Guttmann sigue más viva que nunca.
Hoy les traigo una de las historias más famosas y pintorescas del mundo del futbol.
Hace 52 años, un entrenador húngaro iba a encargarse de lanzar una maldición que a día de hoy sigue vigente. Bela Guttmann, un exitoso hombre de banquillos, iba a ser despedido del Benfica, momento en el que aprovechó para ejecutar una sentencia que ha marcado al club de por vida: "Sin mí, el Benfica nunca ganará una copa europea". Más de medio siglo después de aquella afirmación, el maleficio sigue surtiendo efecto.
Sin duda, Bela Guttmann es uno de los hombres que convirtió el fútbol en el deporte que conocemos a día de hoy. Innovador y muy trabajador, el que fuera estrella del fútbol húngaro en los años 20 pasaría a la historia por una afirmación hecha en un momento de rabia. Poco podía creer el veterano técnico que sus palabras iban a caer sobre el Benfica como si de un sortilegio mágico se tratará, pero siete finales perdidas así lo confirman.
Visceral, concienzudo y con ganas siempre de dar un paso más allá, Guttmann marcó una época en los banquillos. En sus años como jugador, fue un fino estilista que actuaba como mediocentro, y se convirtió en una referencia en su país. Pero tras tres años en el MTK Hungária, se vio obligado a cambiar de aires: haber nacido judío le convirtió en el centro de todas las iras por sus aficionados, por lo que emigró a Austria.
Allí, en el Hakoah Vienna, se iba a convertir en toda una estrella, lo que le sirvió para dar su siguiente salto en su carrera: Estados Unidos. En aquella época, los clubes de fútbol norteamericanos estaban controlados por judíos, y decidió que había llegado el momento de no sentirse perseguido. Siete años en cinco equipos distintos (Brooklyn Wnaderers, Gigantes NW, Hakoah NY, Soccer Club NY y Hakoah All-Star) vieron sus últimos días como futbolista.
Un exitoso salto a los banquillos.
Había llegado el momento de convertirse en entrenador. Tras muchos años ejerciendo como tal desde el propio campo, estaba convencido de que su manera de ver el fútbol le podía ofrecer grandes réditos. Se encargó de perfeccionar el 4-2-4, pues en su opinión no era necesario atacar con seis jugadores: con cuatro arriba era suficiente, más dos jugadores que se encargaran de dar equilibrio al equipo. Precisamente lo que él hacía como jugador.
Guttmann recorrió medio mundo como técnico (Hungría, Holanda, Rumanía, Argentina, Chipre, Italia, Brasil, Uruguay, Suiza o Austria) pero, sin duda, donde marcaría una época sería en Portugal. Tras llevarse el campeonato liguero en su primera temporada como entrenador del Oporto, el Benfica lo iba a contratar y la fortuna iba a hacer el resto. Un encuentro en una peluquería con un exjugador le iba a dejar en bandeja el fichaje de una estrella: Eusebio.
La llegada del mozambiqueño iba a cambiar, para siempre, al Benfica. En dos temporadas consecutivas, el conjunto portugués iba a ganar dos Copas de Europa (1960-61 y 1961-62). Entonces, Guttmann decidió que había llegado el momento de pedir un aumento de sueldo, dados los grandes resultados que estaba cosechando el equipo. La directiva entendió que su petición era inadmisible, y el técnico decidió dejar el equipo.
Una maldición imposible de romper
En dicha despedida, iba a pronunciar la ya maldita frase: "En cien años desde hoy, ningún club portugués se convertirá en campeón de Europa y el Benfica sin mí nunca ganará una copa europea". Aunque la primera parte de su profecía no se cumplió, el caso es que sí lo ha hecho la segunda. Desde 1962, el Benfica ha sido incapaz de volver a ganar una competición europea, a pesar de haber alcanzado siete finales, ocho con la de hoy.
Años después volvió a Benfica, pero incluso él fue incapaz de romper su maldición: cinco finales de Copa de Europa (1962-63, 1964-65, 1967-68, 1987-88 y 1989/90 y tres de UEFA/Liga Europa (1982-83, 2012-13 y 2013-14) contemplan que la maldición de Bela Guttmann sigue más viva que nunca.