26/02/2021, 11:29:53 PM
Cerca de mi casa, justo a unos metros, había un callejón. Al final del mismo se murió una señora conocida por todos y la estaban velando. Eran como las 8 de la noche y yo con otros dos mocosos (una niña y otro niño) de mi edad nos aprovechamos la situación para correr y saltar mientras los adultos estaban en al final de callejo en la casa donde estaban velando a la señora.
En la entrada del callejón, había una mesa más o menos ahí medio puesta: unas gaberas de cerveza y una tabla con unos bloques que hacían de sillas. Ahí estaban unos hombres mayores jugando Truco. Nosotros, entre la casa del velorio y la mesa de Truco, justo en medio del callejón.
Recuerdo que mi amiguito saltaba diciéndole a la niña que él podía saltar más alto que yo, mientras yo estaba sentado en el piso sacudiendo mis chancletas para sacar las piedras que tenía dentro y que no me dejaban correr; mientras decía cosas en contra de mi amigo que decía que saltaba más alto que yo.
Todo fue muy rápido: escucho que golpean la mesa de Truco con un grito de: –¡MAMAGUEVO!–, que no sabía quién lo dijo pero al voltear rápidamente veo a un señor de espaldas con sombrero de vaquero y camisa blanca manga larga levantarse y mientras responde al grito: – ¡¡¡¿ERES TRAMPOSO HUELE VERGA?!!!–, toma un machete que tenía al lado suyo y al mismo tiempo le da un machetazo al hombre que tenía en frente justo en el cuello.
En ese mismo momento, los demás que estaban en la mesa brincan para quitarse. Yo me quede congelado y sin aire viendo como le trozaron la cabeza y casi que en cámara lenta, recuerdo como parte de la cabeza se desprendía del cuerpo y el señor caía –ya muerto– al piso. La niña gritaba y mi amigo me jala por la franela con mucha fuerza para que corriéramos, pero yo estaba pasmado (tenía 8 años y los niños que estaban conmigo más o menos la misma edad).
Arrastrándome pude correr con la niña y mi amigo al final de callejón, entramos a una casa que según yo, era donde velaban a la señora, entramos y nos metimos debajo de una mesa. La niña no paraba de gritar y llorar, mi amigo con mocos y lágrimas en la cara y yo, literalmente me hice pipi. No sé si en el momento, antes o cuando estaba debajo de la mesa de la casa que resulto ser otra casa y no la del velorio. No puedo recordar si yo también estaba llorando.
Afuera se escuchaban gritos por todos lados, sobre todo de mujeres, recuerdo que en ese momento vi hacia la puerta y lo primero que pensé fue que por ahí podría entrar el hombre del machete y quise salir a cerrarla, pero no me podía mover porque tanto mi amigo como la niña me agarraban mientras gritaban y lloraban; yo mismo me di cuenta que estaba abrazándolos con un brazo y con el otro agarrado de una pata de la mesa.
Justo en ese momento entro una muchacha, unos 16 años pero adulta para nosotros, cierra la puerta con ventana y todo y se mete para el cuarto corriendo. Rápidamente sale y se agacha dónde estábamos nosotros y agarra a la niña primero, luego a nosotros dos y nos abraza: –tranquilos que ya se fue–, no dice mientras las piernas donde tenía sentada a la niña, no paraban de temblarle.
– ¡MARIA LAURA, ABRE!–, se escucha afuera. La voz de una señora ya mayor que también era conocida. – ¡ABRE MAMI, SOY YO!–, le dice y la chama se levanta a abrir la puerta. La señora vuelve a cerrar la puerta. –Vénganse para acá–, nos dice y nos lleva al único cuarto de la casa y nos sienta en la cama, le dice a la chica que nos traiga agua con azúcar y con un trapo que estaba cerca, empezó a secar mocos y lágrimas de todos nosotros.
Todavía no llegaba el agua con azúcar y seguían tocando la puerta. Llegaban más señoras mayores y todas se dirigían al cuarto donde estábamos nosotros, ninguna decía nada al respecto, todas trataban de calmarnos y una de ellas cargo a la niña mientras acariciaba su cabello. –Ya paso todo mami–, le decía. Yo solo veía para los lados y veía la cara de unas 6 personas que estaban en el cuarto. No recuerdo haber dicho nada, solo recuerdo que vi hacia al piso y me di cuenta que había dejado una chancleta tirada en el callejón de la carrera que pegamos.
Posiblemente pasaron unos 10 minutos, ya habíamos tomado agua con azúcar que realmente no sé qué tenía que ver con la cargazón bestial que teníamos, pero que igual nos la tomamos. Para mi fueron como 10 años ahí en ese cuarto metido sin poder (ni querer) salir de ahí.
Según contaban días después de todo el desastre: el señor del sombrero era de Cariaco y había estado trabajando jardinería ese día, su familia era de ahí de la zona y él parece que solo iba unos meses al año, trabajaba y se volvía a ir. Ese día llego del trabajo directo al velorio de la señora que era conocida de su familia. Por lo que dicen, no tomaba licor, no estaba borracho.
Pasado un rato, llego el papá de la niña y dos hombres adultos. –Vénganse que a sus mamás les va a dar un infarto–, nos dice. Mientras mi amigo me mira con la misma cara que yo lo miro a él, ambos pensando que teníamos que pasar por el mismo sitio donde estaba un cadáver decapitado. – ¡Ya lo taparo, vengan que yo los llevo para su casa!–, dice el vecino para calmarnos.
Con la misma cargazón del principio tuvimos que levantarnos de la cama e irnos con él. Al pasar, solo vimos las sabanas que le habían puesto al cadáver para taparlo. Mi casa estaba primero y a mí ya me estaban esperando en la puerta. En la sala había gente hablando calladita cuando yo entre, asumo que era para no decir cosas sobre lo que había pasado y que mi cargazón no aumentara.
Yo entre directamente al cuarto, me acosté en la cama, me quite la única chancleta que tenía, ni siquiera apague la luz antes de acostarme. Recuerdo claramente que esa noche me quede dormido al instante, no sé si el shock me dopo o el agua con azúcar sí hace algún efecto en esos casos, solo sé que caí como una piedra y hasta el siguiente día en la mañana.
Por los años siguientes, tuve que pasar por el mismo sitio para ir al colegio y cualquier otra cosa que tuviese que hacer que requería salir. Ya luego ni yo mismo ni mi amigo y tampoco la niña hablamos sobre eso. Seguimos jugando juntos siempre; seguimos siendo amigos pero jamás volvimos a hablar sobre eso, ni siquiera ya siendo adolescentes o mayores.
En la entrada del callejón, había una mesa más o menos ahí medio puesta: unas gaberas de cerveza y una tabla con unos bloques que hacían de sillas. Ahí estaban unos hombres mayores jugando Truco. Nosotros, entre la casa del velorio y la mesa de Truco, justo en medio del callejón.
Recuerdo que mi amiguito saltaba diciéndole a la niña que él podía saltar más alto que yo, mientras yo estaba sentado en el piso sacudiendo mis chancletas para sacar las piedras que tenía dentro y que no me dejaban correr; mientras decía cosas en contra de mi amigo que decía que saltaba más alto que yo.
Todo fue muy rápido: escucho que golpean la mesa de Truco con un grito de: –¡MAMAGUEVO!–, que no sabía quién lo dijo pero al voltear rápidamente veo a un señor de espaldas con sombrero de vaquero y camisa blanca manga larga levantarse y mientras responde al grito: – ¡¡¡¿ERES TRAMPOSO HUELE VERGA?!!!–, toma un machete que tenía al lado suyo y al mismo tiempo le da un machetazo al hombre que tenía en frente justo en el cuello.
En ese mismo momento, los demás que estaban en la mesa brincan para quitarse. Yo me quede congelado y sin aire viendo como le trozaron la cabeza y casi que en cámara lenta, recuerdo como parte de la cabeza se desprendía del cuerpo y el señor caía –ya muerto– al piso. La niña gritaba y mi amigo me jala por la franela con mucha fuerza para que corriéramos, pero yo estaba pasmado (tenía 8 años y los niños que estaban conmigo más o menos la misma edad).
Arrastrándome pude correr con la niña y mi amigo al final de callejón, entramos a una casa que según yo, era donde velaban a la señora, entramos y nos metimos debajo de una mesa. La niña no paraba de gritar y llorar, mi amigo con mocos y lágrimas en la cara y yo, literalmente me hice pipi. No sé si en el momento, antes o cuando estaba debajo de la mesa de la casa que resulto ser otra casa y no la del velorio. No puedo recordar si yo también estaba llorando.
Afuera se escuchaban gritos por todos lados, sobre todo de mujeres, recuerdo que en ese momento vi hacia la puerta y lo primero que pensé fue que por ahí podría entrar el hombre del machete y quise salir a cerrarla, pero no me podía mover porque tanto mi amigo como la niña me agarraban mientras gritaban y lloraban; yo mismo me di cuenta que estaba abrazándolos con un brazo y con el otro agarrado de una pata de la mesa.
Justo en ese momento entro una muchacha, unos 16 años pero adulta para nosotros, cierra la puerta con ventana y todo y se mete para el cuarto corriendo. Rápidamente sale y se agacha dónde estábamos nosotros y agarra a la niña primero, luego a nosotros dos y nos abraza: –tranquilos que ya se fue–, no dice mientras las piernas donde tenía sentada a la niña, no paraban de temblarle.
– ¡MARIA LAURA, ABRE!–, se escucha afuera. La voz de una señora ya mayor que también era conocida. – ¡ABRE MAMI, SOY YO!–, le dice y la chama se levanta a abrir la puerta. La señora vuelve a cerrar la puerta. –Vénganse para acá–, nos dice y nos lleva al único cuarto de la casa y nos sienta en la cama, le dice a la chica que nos traiga agua con azúcar y con un trapo que estaba cerca, empezó a secar mocos y lágrimas de todos nosotros.
Todavía no llegaba el agua con azúcar y seguían tocando la puerta. Llegaban más señoras mayores y todas se dirigían al cuarto donde estábamos nosotros, ninguna decía nada al respecto, todas trataban de calmarnos y una de ellas cargo a la niña mientras acariciaba su cabello. –Ya paso todo mami–, le decía. Yo solo veía para los lados y veía la cara de unas 6 personas que estaban en el cuarto. No recuerdo haber dicho nada, solo recuerdo que vi hacia al piso y me di cuenta que había dejado una chancleta tirada en el callejón de la carrera que pegamos.
Posiblemente pasaron unos 10 minutos, ya habíamos tomado agua con azúcar que realmente no sé qué tenía que ver con la cargazón bestial que teníamos, pero que igual nos la tomamos. Para mi fueron como 10 años ahí en ese cuarto metido sin poder (ni querer) salir de ahí.
Según contaban días después de todo el desastre: el señor del sombrero era de Cariaco y había estado trabajando jardinería ese día, su familia era de ahí de la zona y él parece que solo iba unos meses al año, trabajaba y se volvía a ir. Ese día llego del trabajo directo al velorio de la señora que era conocida de su familia. Por lo que dicen, no tomaba licor, no estaba borracho.
Pasado un rato, llego el papá de la niña y dos hombres adultos. –Vénganse que a sus mamás les va a dar un infarto–, nos dice. Mientras mi amigo me mira con la misma cara que yo lo miro a él, ambos pensando que teníamos que pasar por el mismo sitio donde estaba un cadáver decapitado. – ¡Ya lo taparo, vengan que yo los llevo para su casa!–, dice el vecino para calmarnos.
Con la misma cargazón del principio tuvimos que levantarnos de la cama e irnos con él. Al pasar, solo vimos las sabanas que le habían puesto al cadáver para taparlo. Mi casa estaba primero y a mí ya me estaban esperando en la puerta. En la sala había gente hablando calladita cuando yo entre, asumo que era para no decir cosas sobre lo que había pasado y que mi cargazón no aumentara.
Yo entre directamente al cuarto, me acosté en la cama, me quite la única chancleta que tenía, ni siquiera apague la luz antes de acostarme. Recuerdo claramente que esa noche me quede dormido al instante, no sé si el shock me dopo o el agua con azúcar sí hace algún efecto en esos casos, solo sé que caí como una piedra y hasta el siguiente día en la mañana.
Por los años siguientes, tuve que pasar por el mismo sitio para ir al colegio y cualquier otra cosa que tuviese que hacer que requería salir. Ya luego ni yo mismo ni mi amigo y tampoco la niña hablamos sobre eso. Seguimos jugando juntos siempre; seguimos siendo amigos pero jamás volvimos a hablar sobre eso, ni siquiera ya siendo adolescentes o mayores.